Guardians of the Galaxy vol 3

En las calles de Spartax el pueblo está protestando por el vacío causando por la desaparición de Quill, aunque ha sido escogido presidente, nunca ha llegado a ocupar formalmente el cargo. El consejero Glogug está furioso y Togth, la mujer que lo propuso como candidato, le pide que se calme.

Quill está festejando con Kitty y el resto de los Guardianes de la Galaxia en un bar la victoria conseguida en el asunto del Vórtice Negro. De pronto Kitty se entera que Quill ha sido elegido presidente de Spartax y que está desaparecido de su cargo. Kitty intenta asimilar el funcionamiento de las leyes spartoi, que permiten elegir a un presidente sin necesidad de que escoja serlo o haga campaña electoral. Varios soldados de la Guardia Real entran en el local en busca de Quill, quieren llevarlo a Spartax para que jure su cargo. Aunque la Guardia Real quiere llevarlo solo a él, se las ingenia para convencerlos de que dejen a los Guardianes de la Galaxia acompañarlos, con la excusa que forman parte de su gabinete de asesoramiento.

Al llegar a Spartax, Quill no se espera ser recibido por una muchedumbre que lo aclama eufórica de verlo. Rápidamente los delegados Glogug y Togth lo acogen y no le dan tiempo a reaccionar, quieren que se sienta bien y acepte su papel. También al resto de los Guardianes de la Galaxia se les trata de forma exquisita dándole aquello que más ansían. Los delegados le insisten en que ahora que ni el Imperio Kree y el Skrull existen, el Imperio Spartoi puede ocupar un lugar privilegiado en la galaxia, además le ofrecen que sus compañeros se conviertan en sus consejeros. Pese a las reticencias, Quill empieza a considerar la situación cuando de pronto aparece una luz que tapa el horizonte.