Gorna Storski

En su vida como humano, Gorna Storski siempre fue un hombre de carácter violento. Se sabe que era una persona extremadamente posesiva, y que llegó a matar a un joven que se acercó a su mujer, Petra, para preguntarle por una dirección. Petra vivió gran parte de su matrimonio odiando a su marido, que la maltrataba o la encerraba en cuanto éste lo consideraba oportuno. En algún momento, Gorna fue atacado por un vampiro de identidad desconocida, lo cual transfirió a Storski la maldición y la sed de sangre. Una vez convertido en vampiro, la personalidad de Gorna no varió ni un ápice; lo primero que hizo fue asesinar a sangre fría a Marcus Fydora, antiguo pretendiente de su esposa.

Poco después, los caminos de Gorna se cruzaron con los de Drácula. Gorna, fiel a su modo de ser, no se dejó impresionar por el Señor de los Vampiros, cuya autoridad no reconoció. Estó enfureció a Drácula, que le atacó. Gorna huyó en busca de Petra para chuparle la sangre, cosa que venía haciendo poco después de asesinar a Fydora. Cuando hacía esto, fue sorprendido por el padre de su mujer, que le clavó una estaca ardiendo en el pecho con la mala suerte de no llegar a matarle. El vampiro huyó en su forma de murciélago, envuelto en llamas. Entretanto, Drácula, que había seguido a Storski a casa de Petra irrumpió allí e, hipnotizando a ésta, averiguó todo cuanto sucedía. Viendo la situación, Drácula decidió ayudar a la joven para vengarse de Storski por humillarle. Drácula y Storski se encontraron en el cementerio de Kamenka. Storski, todavía ardiendo, mostraba ahora un aspecto demacrado a causa de las llamas que le habían consumido la piel, las cuales usó para hacer frente a Drácula, sin éxito. Las llamas acabaron destruyendo a Storski y su cuerpo fue reducido a cenizas; Drácula le venció saldando así su cuenta.