Isabel I de Inglaterra

Bajo su reinado, la Iglesia Católica había perdido su poder en Inglaterra en favor de la iglesia anglicana. Su reinado era más tolerante que la Inquisición que actuaba en España y Roma. Por este motivo, la Reina Isabel se servía de los consejos de Sir Stephen Extraño, un reconocido curandero y maestro de las artes místicas. También el proscrito Carlos Javier había encontrado en Inglaterra un lugar en el que escapar de las garras de la Inquisición. Cuando Sir Stephen le aconsejó que ayudara a intentar descubrir el mal que se cernía sobre Europa bajo forma de mal tiempo y oscuros presagios, ordenó a Sir Nicholas Furia que ayudara a Sir Stephen a conseguir el arma de los Templarios {1602 1}.

La Reina Isabel aceptó una audiencia con Virginia Dare, la hija del gobernador de la colonia de Roanoke en el Nuevo Mundo. Durante la reunión un extraño personaje intentó asesinar a Virginia llevándosela volando, pero no lo logró gracias a la intervención de Rojhaz, el protector indio de la chica {1602 2}.

Pese a que Sir Nicholas pidió a la Reina su permiso para torturar a los asesinos presos, Isabel se reunió a que se emplearan tales métodos bárbaros, pese a saber que había un tercer asesino rondando. También se negó a someterse a cualquier medida restrictiva de sus actividades, ya que no deseaba que los enemigos del estado debilitaran su posición. De todas formas Sir Nicholas logró persuadir al prisionero para que le revelara la identidad de su patrón, pero la revelación de que era el Conde Otto von Muerte llegó demasiado tarde para impedir que el último regalo del Conde, un autómata que hacía música, matara a la Reina {1602 3}. Tras su muerte Jacobo IV de Escocia se hizo con el trono de Inglaterra {1602 4}.