Ajak

Poco se sabe de este miembro de la raza de los Eternos, salvo que estaba en Perú para recibir a la Tercera Hueste de Celestiales, quedándose allí una vez se marcharon. Tras pasar varios años viviendo en la Ciudad de los Dioses durante los cuales los incas le apodaron con el nombre de Tecumotzin, decidió ponerse en animación suspendida en la Sala de los Dioses, hasta la llegada de la Cuarta Hueste. Cuando se acercaba el momento otro eterno, Ikaris, haciéndose pasar por un guía llamado Ike Harris llegó hasta el lugar donde se encontraba Ajak. Lo despertaron a tiempo de presenciar la llegada de los Celestiales. Enviado por éstos fue a advertir a los dioses de los distintos panteones que se habían reunido de su llegada. Temiendo que la Tierra fuera encontrada no apta, Ajak se unió al resto de los eternos para formar parte de la Unimente. El colectivo, junto a Odín con la energía vital de todos los asgardianos en la armadura del Destructor, hicieron frente a los Celestiales para intentar impedir que juzgaran la Tierra. Sin embargo, el poder de los Celestiales eran muy superior a ellos y fueron fácilmente derrotados. Fue gracias a la intervención de Gea, que donó a los Celestiales un grupo de doce humanos géneticamente perfectos, los llamados Jóvenes Dioses, así Arishem absolvió a la Tierra, librándola de la destrucción. Ajak decidió quedarse atrás cuando la consciencia colectiva de la Unimente abandonó la Tierra y posteriormente se suicidó dispersando sus átomos.